miércoles, 3 de noviembre de 2010

CRITICA DE ROBERTO LOVERA DE SOLA A "DIAS DE ROJO".

TALLER CRITICO

DIAS DE ROJO

Por: Roberto Lovera De-Sola


“La novela, como la fe, tiene algo de martirologio…La novela es egocéntrica.

Se entrega para poseerse”.

Luis Harrs: Los nuestros,ed.1966,p.9-10


No hay alegría más grande para cualquier merodeador apasionado de la palabra escrita, de cualquier crítico sensible, o de un grupo de personas leyentes cotidianos como los que forman este Círculo de Lectura, que descubrir a una nueva escritora, y es dentro de ese sentido que recibimos con regocijo esta tarde a la periodista María Elena Lavaud quien nos trae en sus manos su primer libro, su novela Días de rojo.(Caracas: Ediciones B, 2009. 172 p.), libro cuidadosamente trabajado que nos anuncia las posibilidades de la nueva escritora si persiste en el cultivo de su vocación y si es constante, que es la gran virtud de los mejores creadores.

En nuestra rica y contradictoria realidad ella ha encontrado los elementos que la empujaron a recrearlos con la palabra escrita porque siempre Días de rojo es por encima de todo una novela, una ficción del dramático suceder de Venezuela. Pero novela atada al alma de Venezuela, incrustada en la tradición realista de nuestra novela, por insertarse en lo que ha sido el sendero constante de la meditación de quienes escriben en Venezuela, recrearnos a través de los hechos político-sociales de nuestro vivir. Pero también en Días de rojo su autora mira también el suceder íntimo, al menos de sus dos personajes centrales, por lo cual Días de rojo es novela de sucesos públicos y del pasar interior de las personas, se dice de toda novela que concilia ambas realidades, lo de afuera y lo de adentro, es una ficción total. O como lo expresa el crítico norteamericano Luis Harss: “La novela completa podría ser aquella que reconcilia todas las experiencias, las exteriores y las interiores, en la base”(Los nuestros. Buenos Aires: Sudamericana,1966,p.35).

Hemos señalado que abrimos nuestra puerta a un creador. Pero ¿qué es un escritor? Es como dijo nuestro admirado Guillermo Meneses(1911-1978); “El hecho de ser escritor, la certeza de tener la vocación de escritor, reside en la creencia errónea, o verdadera, de poseer un instrumento especialmente destinado a comprender el mundo y a expresar esa comprensión”(Espejos y disfraces. Caracas: Editorial Arte,1967,p.7). Y añade: se escribe para comunicarse con los lectores porque como él dice “Cuando alguien escribe necesariamente desea comunicar su experiencia, su razonar, su comprender”(Espejos y disfraces,p.7).

Así un creador, reiteramos nosotros, es alguien que tiene una visión de la realidad y maneja un lenguaje que le permite expresar tales intuiciones y tales percepciones. Pero es aquel que aquello que siente desea expresarlo, impostergablemente, por medio de las palabras. Palabras escritas una y otra vez, reescritas numerosas veces, hasta hallar la expresión más diáfana de lo que se desea contar.


DIAS DE ROJO


Al abrir Días de rojo el lector queda atrapado por lo que se le cuenta gracias a la gran tensión que en su modo de narrar encontramos en su autora y por la rápida descripción de la esencia de los personajes para lo cual a veces solo necesita unas pocas líneas.

A la vez Días de rojo es lo que en la teoría literaria se denomina un “roman a clef”, es decir una novela en clave, porque casi todos sus personajes son reconocibles. Una novela así describe la vida real detrás de una fachada de ficción. Las razones que un autor para elegir el uso del “roman a clef” pueden ser: que desea satirizar una situación; escribir sobre temas discutidos, dando informaciones sobre asuntos controvertidos, sin que se le puede enjuiciar por difamación; ofrecer una invención mostrando cual es la forma en que a él le hubiera gustado sucediera algo; un modo de interpretar un hecho desde un ángulo personalísimo o un modo de relatar las experiencias autobiográficas de tal forma que no parezca que el autor es el protagonista.

Algunos ejemplos, de los muchos que hay, son numerosos, pueden ser El retrato de Dorian Grey de Oscar Wilde, La muerte en Venecia de Tomás Mann, Contrapunto de Aldous Huxley, La campana de cristal de Silvia Plath e incluso en parte el Orlando de Virginia Woolf(1882-1941). Entre nosotros, entre muchos, El hombre de oro de Rufino Blanco Fombona(1874-1944), Los Riberas de Mario Briceño Iragorry(1897-1958), Un retrato en la geografía y Estación de máscaras del maestro Arturo Uslar Pietri(1906-2001), La cola del huracán de Víctor Manuel Rivas(1909-1965), Voces al atardecer de Francisco Rivera(1933) o Villa Diamante de Boris Izaguirre(1965).

Que Días de rojo es una novela en clave lo vamos encontrando al leer el libro: Agua Grande es Venezuela; Velez es Carlos Andrés Pérez; Sánchez es Hugo Chávez; Cevera es Rafael Caldera; la “revolución sanchista”(p.149) es la llamada Revolución chavista, que no lo es en verdad, no es ni revolución ni bolivariana.

Vista así Días de rojo es una novela política sobre la Venezuela de estos días. Pero es también una novela de la violencia, una más entre las muchas nuestras. Hay que recordar siempre que la violencia siempre ha recorrido a Venezuela, violenta fue la conquista en el siglo XVI, tuvimos primero la revolución de Independencia más violenta de toda la América Latina, en la que apareció aquel asesino vesánico que fue José Tomás Boves(1782-1814), más tarde tuvimos noventa años de guerras civiles. Nuestra violencia política es tal que dos de nuestros más destacados libros del siglo XIX tienen que ver con ella: la épica Venezuela heroica(1881), un libro de historia en donde los héroes de nuestra guerra parecen personajes de la mitología griega y Zárate(1882), la primera novela venezolana, que relata la violencia en la región de Aragua y Carabobo en los años finales de la Gran Colombia. No es casual que los dos libros hayan sido concebidos por el mismo escritor: Eduardo Blanco(1838-1912).

Cuando afirmamos que Zárate es la primera novela venezolana nos hemos referido que fue la primera en referir al país y a su gente, a sus sucesos, a los modos de su habla. Zárate no es la primera novela escrita por un venezolano, está fue Los mártires(1842) de don Fermín Toro(1806-1865) que, y no es una paradoja, describe la pobreza de las clases bajas en el Londres de los años treinta del siglo XIX, ciudad en donde su autor fue diplomático. Así Los mártires fue novela social, como la mayoría de nuestros libros de ficción, y además, lo que es singular, su autor observó hechos de la ciudad del Támesis antes que los percibieron Marx y Engels.

Pero estos libros no son los únicos: el numeroso grupo de novelas, cuentos u obras teatrales que se refieren a la guerrilla de los sesenta también son obras surgidas de la violencia. Y son muchas porque constituyen el recuento de una experiencia dolorosa y frustrada. Dentro de esta tendencia de la novela de la violencia hay que colocar Días de rojo. Entre otras cosas porque el militar insurgente que aquí encontramos proviene de la tradición de nuestras montoneras del siglo antepasado, es bisnieto de un gamonal de las guerras civiles. Bisabuelo y bisnieto no comprendieron nuestra realidad. El de finales del siglo XX para nada es un político contemporáneo sino una persona que siempre está pensando en el pasado, lo cual es una incoherencia para cualquier político, más si es de nuestro tiempo.

Días de rojo tiene como protagonista a una mujer, a una reportera, quien escribe, como ella misma lo dice, “acerca de las verdades que busco y acerca de las que encuentro”(p.143). Renglones después, en la misma página, dice “Sencillamente soy periodista…Estoy buscando la verdad”(p.143).

Y trata de indagar la violencia que se desató entre nosotros a partir del 4 de Febrero de 1992, el libro de hecho es la recreación novelesca más completa que tenemos de aquella fecha, es capítulo de lo que nuestra novelista Ana Teresa Torres ha denominado “la novela de Chávez”, o de Suarez, si le seguimos el apellido que con aquí le encontramos. La novela de Chávez, proceso de comprensión con la imaginación de estos días trágicos ya aparece, a veces constantemente, en pasajes de nuestras novelas, narraciones cortas y piezas teatrales, en este último caso en dos obras de Javier Vidal(Ambas tres y Cinko,2001). Pero como mirada de conjunto solo lo hallamos hasta ahora tanto en Días de rojo como en el novelín de José Balza Un hombre de aceite(Caracas: Bid & Co.Editor,2008. 125 p.). Pero proliferará con el tiempo porque toda esta dramática vividura nuestros escritores están llamados a atraparla.

Días de rojo es una indagación del por qué se desataron esos hechos, que se llevaron tantas vidas. De allí que leamos: “Por más que lo pienso y trato de entender sus razones, para mí jamás serán suficientes para justificar el uso de las armas y las muertes sin sentido que provocó”(p.8)

Novela política hemos dicho es Días de rojo, pero es también en medio de ello, como siempre sucede entre los humanos, una historia de amor: entre la periodista protagonista (Irene Becerra), ella, a la vez, es un “espíritu aguerrido…mezcla de belleza e inteligencia”(p.36), y un periodista, quien en verdad es un terrorista colombiano(Mauricio), también periodista, pero quien se mueve dentro aquellos sucesos que nos cuenta el libro de María Elena Lavaud por otras razones, distintas a las de Irene, escondiéndole la verdad: apoya la insurgencia, cosa que ella no sabe sino hacia el final de la novela cuando ella encuentra su cadáver en medio de los sucesos del 27 de Noviembre.

Días de rojo, ya lo hemos indicado, se refiere al acaecer de los dos golpes de 1992, es si se quiere una recreación de esos sucesos a través de una ficción sobre esos hechos, puede ser considerada desde algunos de sus ángulos como una novela histórica por aquellos hechos que toca, pero debe ser entendida como la memoria de un tramo de una grave experiencia reciente, ya que como consecuencia de los sucesos del 4 de Febrero quedaron tendidas inertes en el suelo más de trescientas víctimas o sobre el 27 de Noviembre siempre se recordará con dolor lo hecho por los oficiales insurgentes en la toma del Canal 8, con sus secuelas de personas civiles y desarmadas asesinadas. El 27 de Noviembre es también fecha hito en esta ficción: Irene se queda con su vestido de novia puesto en espera de Mauricio para casarse con él. El está metido en los sucesos de aquel aciago día, sin saberlo ella en ningún momento, porque él, un guerrillero del M19, se lo escondió.

Este libro nos llega al corazón a los venezolanos de hoy quienes hemos vivido el sucederse de todos los estos diez y ocho años, pero en su desarrollo Días de rojo va más allá, tal el poder de la literatura, vigor encantorio, porque nos hace ver el presente, nos permite mirar hacia atrás e incluso hacia adelante, hacia el porvenir. De hecho en su último párrafo de hecho se insinúa otra novela, la historia de aquella revolución que le arrebató “afectos, familia y amores. Irene se obligó a sobreponerse, siempre con la determinación y el compromiso de no entregar sus principios y defender la libertad”(p.172).

Y es al cerrar Días de rojo que comprendemos la doble metáfora que su título encierra: es el color de la boina del paracaidista golpista y es la sangre que quedó regada en las aceras de los sitios cercanos a Miraflores y a La Casona.

Aquel 4 de Febrero, que constituye la entraña de Días de rojo, en verdad Venezuela, nuestra democracia necesitaba un gran cambio, pero no de aquella manera, el golpe fue para nosotros siempre condenable: los males de la democracia se corrigen con más democracia. Solamente. Con cambios razonables no con violencia, menos matando inocentes, de hecho los soldados traídos de Maracay a pelear a Caracas vinieron engañados: no sabían a que venían. Y tuvieron miedo aquellos jovencísimos muchachos al rendirse porque pensaban que sus captores, los oficiales leales, los eliminarían físicamente.

Y ante el suceder del 4 de Febrero leemos en Días de rojo: ”El problema es que el país dio muchas señales de alarma que los políticos no supieron interpretar”(p.65) y apareció, ¿por analfabetismo político? nos preguntamos, “De nuevo la necesidad de encontrar un Mesías que resolviera todos los males del país se estaba convirtiendo en un verdadero problema; sin embargo, muchos parecían no advertirlo”(p.12); “Ya te dije que creo que lo que está pasando es sumamente grave. Ese hombre cree que es el salvador de la patria…el país hace tiempo está pidiendo a gritos un cambio…me aterra que un golpista sea quien logre capitalizar todo ese descontento, y que el país decida correr un albur con este golpista cuyas ansias de poder pude ver hoy claramente”(p.77), dice Irene en un pasaje.

En la trama su protagonista, Irene, es la periodista que cubre aquellos hechos, “Solo haz lo que sabes hacer mejor que nadie; pregunta y busca respuestas, eso es todo”(p.26), le dice Mauricio, cuya impostura desconoce aun, él tiene dos caras: sale a reportar con ella pero está metido hasta la médula en la conspiración.

Días de rojo como toda novela de sucesos contemporáneos nos los presenta bien contados: como se armó el golpe, cuál fue su desarrollo, quienes sus protagonistas. Pero si alguna novedad encontrarán sus lectores es la revelación de lo que debemos denominar la “doble conspiración” que hubo aquel día. Por ello dice Irene, “Tengo información de primera línea. Actos de corrupción en el alto gobierno, y pistas muy concretas acerca de una historia paralela en el intento de golpe de Estado”(p.67), eso se leía en un informe de inteligencia que ella encontró, “de media página que revelaba cómo durante la intentona golpista estaba previsto otro golpe de Estado, pero a los comandantes insurrectos”(p.84), papel importante dentro de la trama que nos cuenta es este oficio, texto dentro del texto en el caso de Días de rojo. Esa hoja le permitió pensar a la periodista que aquel había sido “un golpe permitido”(p.84). Fue más que eso como se ha venido aclarando en el sucederse de los años pero que se hará más claro en el futuro. Todavía esos hechos están demasiado calientes. Dentro de dos días se conmemorará otra vez la efeméride, es quizá la única derrota militar que se recuerda como un triunfo: hasta allí llegan las falacias del régimen.

Ahora, añadimos nosotros: la de aquel día fue así la doble conspiración de los llamados “comacates” y de los generales. Estos pensaban eliminar a los tenientes coroneles después de cumplida la tarea y quedarse ellos en el poder, cosa que no sucedió. Lo que no se ha podido aclarar hasta hora, seguimos hablando nosotros, es como contra todo sentido de la jerarquía militar los generales, también insurgentes aquella madrugada, entregaron el golpe a los tenientes coroneles al dejar hablar, contra las órdenes del presidente, quien había indicado, contra toda lógica también, que grabaran y editaran su mensaje. Los generales no lo hicieron. Es allí donde surge en cualquier lector, sobre todo si este es estudioso de la historia y del sucederse político, la interrogante de por qué dejaron hablar a aquel conspirador, sobre todo a un hombre que hoy sabemos cuan peligroso es. Ningún jefe militar, ningún político en el poder, jamás hubiera dejado hablar a un insurgente derrotado con las armas en la mano. De hecho contradijeron un principio político de El Príncipe de Maquiavelo. Escribió el florentino: “quien procura que otro devenga poderoso se arruina”(El Príncipe. Caracas: Los Libros de El Nacional, 1999,p.29). Esto fue lo que sucedió, allí se puede decir cayó la ahora falsamente llamada Cuarta República.

Hay más, seguimos hablando nosotros, todavía, a diez y ocho años de haber escuchado el “por ahora” nosotros no hemos podido salir del estupor que nos causó escuchar en su momento aquel mensaje: cómo podía hablar así un oficial vencido, nos preguntamos frente al televisor donde estábamos, cómo podía llamar de nuevo, gracias a los canales oficiales, a un nuevo golpe. Y eso que en aquella hora todavía no sabíamos, cosa que vemos muy bien expresado en Días de rojo, que aquel golpista no había peleado sino se había escondido y había mandado a luchar a los que lo acompañaban. Y además, lo comprendimos después, cuando habló en su solo nombre, “escuchen al comandante Chávez” dijo, le robó el liderazgo a sus otros tres compañeros en la acción, en el siempre condenable del golpe.

Y retornando a Días de rojo allí leemos sobre estos mismos hechos: “De muy buena fuente, esta cronista puede asegurar que en el tiempo muerto que transcurrió entre la rendición del comandante Sánchez y su aparición ante las cámaras de televisión, poco más de una hora, se dio una negociación que echaría por la borda las órdenes presidenciales. Los altos oficiales encargados de la custodia del comandante golpista le permitirían hablar en vivo a través de los medios, y no pregrabando el material como era la instrucción del presidente Velez. ¿A cambio de qué negociaron esos oficiales?¿Qué tanto dominio podía tener un teniente coronel de los efectos que tendrían sus palabras trasmitidas en vivo y no con material ya grabado?¿Quién le asesoraba?¿A qué temían los oficiales que se atrevieron a desobedecer al presidente? Muchas preguntas sin respuesta, pero solo por ahora”(p.93). De este hecho, grave e importante, lo que le permitió a la larga al conspirador llegar al poder más tarde, se ha dicho, por voces testimoniales, que no fue suceso de hora y media sino de tres horas, ya que a las 8 de la mañana salió del Museo Militar, llegó al Ministerio de la Defensa a las 9,30, habló a las 11,00, tiempo durante el cual el comandante gozó del apoyo de los generales también insurgentes, uno de los cuales, siempre dentro de la convención propia de una novela en clave, aparece en un pasaje de Días de rojo.

Esa es la esencia de Días de rojo, un libro que a través de la ficción intenta en una primera instancia registrar unos sucesos, en segunda provocar la reflexión sobre ellos. Ilumina la historia con la imaginación.

Y un mensaje final a la autora: el cultivo de la literatura exige vocación, paciencia y constancia. Por ello, ya que ella se ha asomado a todo esto, debemos recomendarle que la practique, que tenga unas horas diarias, aunque deba madrugar o hacer sacrificios, para leer y escribir. Con constancia diaria su carrera de escritora que ahora inicia con pie firme tendrá un sendero trazado. Ya, con Días de rojo, la realidad no es sueño.


(Leído en el Círculo de Lectura de la Fundación Francisco Herrera Luque en su sesión del martes 2 de Febrero de 2010).

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